Bueno, lo primero, era volver al tema de salir de casa. Lo mas fácil resultaría bajar al garage y utilizar el coche para salir. Todo perfecto, pero no tiene batería y yo no tengo ni maña ni tiempo de cambiarla, tenia que salir de allí cuanto antes. Así que me levanté, me cambié los pantalones de chándal por unos mas gruesos, me calcé las botas, cogí la chaqueta mas dura que tenía (todo esto para resistir un poco mas las agresiones y mordiscos) y metí en una mochila la caja de herramientas de mi padre. Fui al salón de nuevo, limpie el estropicio que había hecho y tire el cuerpo por la terraza. Me dirigí a la cocina de nuevo y abrí el armario, busque una taladradoraY empecé a clavar clavos por todo el bate, solo clavé unos pocos ya que con muchos corría el riesgo de herirme yo o romper el bate por que se agrietase. Tras esto cogí un poco de cuero de unas botas viejas de mi padre para hacerme un par de fundas, lo corté y lo volví a coser de manera que quedara cerrado por el fondo, le hice un par de cortes a los lados, me lo coloqué en el cinturón y lo llené de cuchillos que previamente afilé. Metí también un par de cuchillos de jamonero en la otra funda y un cuchillo de filo grueso con forma rectangular que cortaba huesos. Al fin, armado hasta los dientes, cogí la mochila y me asomé a la terraza para ver como estaba la calle. Había unos cuantos zombis.
-Genial.-pensé.- Eso me dará algo de trabajo y quizá hasta le coja el gusto.
Tenia claro que esto no seria como en un videojuego. Allí todo era tan fácil... Elegías una dificultad, y sin preocupación te lanzabas a la aventura. Ahora todo era real y tenia que pensar detenidamente que hacer en cada momento. Lo mas importante era salir de mi calle, ya que mi portal está al final de una cuesta abajo y eso me dejaba en clara desventaja, así que tenia que evitar que me atacara más de uno a la vez. Me asomé a la mirilla, no se veía a nadie. Pegué la oreja para ver si escuchaba algo, pero nada, no parecía haber nadie. No me extrañé ya que pensé que seria cosa de los pomos de la puerta de salida y de que las puertas son blindadas. Los zombis que había visto no destacaban por su psicomotricidad y eran mas bien patosos, de manera que creí que al ser los pomos redondos no habían conseguido salir. Abrí la puerta lo mas silenciosamente posible, con la otra mano sujeté el bate firmemente, y salí al fin de mi casa. Iba en guardia constante y decidí bajar por las escaleras para asegurarme de que todas las puertas estuvieran cerradas. Mientras bajaba al cuarto piso pensé que mi vecino era militar y mas abajo vivía un guardia civil, y que quizá después de volver de la ferretería convendría hacerles una visita para ver que encontraba, y quizá con un poco de suerte encontraría alguien con quien poder contar y algún que otro arma, en el peor de los casos, ellos serian parte de esos engendros y habría que discutir mas intensamente el entrar en su casa. Ya estaba en el tercer piso. Miré a los lados para asegurarme de que no hubiera sorpresas.
-¡MIERDA!-recordé el zombi que entró en mi casa.- Aquí vivía ese cabrón...
La puerta estaba abierta, y tenia que asegurarme de que no salieran mas y me pillaran por sorpresa, ademas así seria una familia menos de la que ocuparme cuando llegara el momento de limpiar mi bloque. Así que empuñe mi bate de nuevo con las dos manos, me coloqué un cuchillo pequeño bien afilado en la boca y me dirigí a la entrada de la casa.
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